La conjunción de dos culturas en las cuales el aspecto mágico y religioso del agua tienen una gran preponderancia, desemboca en una serie de mitos y leyendas populares como la que corría de boca en boca por el año de 1880 en esta Ciudad.
Existía en aquel entonces un charco llamado del Campanero, que se formaba en el Cruce del Paso de Curtidores con el río del mismo nombre (Pirules o San Pedro). La localización exacta correspondía en la actualidad en el cruzamiento de la Prolongación de la calle Salvador Quezada Limón y el Río San Pedro. Según se sabe, el charco servía para bañar a los caballos de los soldados, pero también se identifica con la morada de un personaje mítico cuyas características antropomórficas eran parecidas a un hombre-lagarto, conocido como el Chan del Agua.
Los atributos masculinos de este monstruo eran aprovechados por las damiselas de la época, quienes habiendo dado su mal paso, necesitaban justificar el futuro alumbramiento de un nuevo ser a este valle de lágrimas. Para lograr su objetivo, la incauta acudía a bañarse al charco en donde en un ritual entre mágico y sensual quedaba preñada por el Chan. De esta manera, el famoso personaje resultaba responsable de un sinnúmero de desgracias, siendo padre de más de cuatro y atiborrando los registros parroquiales de nacimientos con el apellido Chan del Agua.