Hacienda de Palo Alto |


Distante 29 kilómetros al noroeste de la ciudad de Aguascalientes, y sólo siete de cañada Honda, rumbo a Asientos, se localiza la comunidad ejidal de Jaltomate, y al término de la misma nos encontramos con la exhacienda.
Desde las postrimerías del siglo XVI se originó, y a lo largo de la época colonial fue creciendo desmedidamente el número de tierras, hasta convertirse en un dilatado latifundio de 352 mil hectáreas, el Vínculo del mayorazgo Rincón Gallardo o Casa de Ciénega de Mata, cuyas tierras ocupaban porciones bastante respetables de los actuales estados de Jalisco y Zacatecas y Aguascalientes. La hacienda de Jaltomate era la más pequeña de 15 haciendas que tenía el Mayorazgo, con una extensión de 4 mil hectáreas.  
Jaltomate fue formada por ésta familia, con tierras en principio pertenecientes a las haciendas de Santa María de Palo Alto. Esta medida favoreció la expansión y consolidación del Mayorazgo; eran tierras remotas, ubicadas en los confines del dilatado latifundio, que sólo fueron incorporadas efectivamente a los procesos productivos en la segunda mitad del siglo XVIII.  
Hacia 1861 el titular del Mayorazgo, el coronel José María Rincón Gallardo, segundo Marqués de Guadalupe, decidió deshacer el vínculo y repartió las haciendas entre sus hijos, La de Jaltomate quedó en manos de Rodrigo, quien llegaría a ser Gobernador de Aguascalientes. 
Hacia 1861 Jaltomate ya lucía el perfil propio de campo consolidado: tierras de riego y de temporal, numerosos aguajes, buenas trajes, casas para el patrón y para los peones, bestias de avío, terrenos empotrados, herramientas; se introdujeron mejoras materiales como una presa con una cortina de 160 metros de largo, así como la toma de la Tinaja, pequeña obra de piedra y mezcla.
 Rodrigo Rincón Gallardo no tuvo suerte en manejar los asuntos económicos de la hacienda . En 1873, Rodrigo Rincón ya tenía un crédito pendiente con su hermano Juan Bautista; otorgó otra hipoteca a favor de la señora Martha Aldana de Camarena, que debía liquidar en 1877, venció el plazo, renovó la hipoteca y tres años después se vio en la necesidad de vender la finca a la deudora, con todos sus terrenos, linderos, casas, presas, bordos, etc. Contaba con abundante ganado menor de lana y contaba con pastizales de primera calidad. Desde entonces, hasta la fecha , la Familia Camarena he venido poseyendo la hacienda.
Durante la revolución, aquí estuvieron apostadas tropas villistas, saquearon la hacienda, destruyeron el alfombrado de las habitaciones y destruyeron a balazos el reloj que existía en la parte trasera de la misma.
El famoso poeta zacatecano Ramón López Velarde, amigo íntimo de la familia Camarena, frecuentaba la hacienda. Es probable que en una de sus visitas se hubiese inspirado para componer su Suave Patria.  
Cerca de la exhacienda, observamos una pequeña iglesia, construida hacia 1920. No es muy alta, construida con material pétreo, da la sensación de macicez y carece de torres y espadañas.
Para 1935 la afectación agraria alcanzó a las productivas tierras de Jaltomate, conservando 110 hectáreas de riego, 60 de temporal y 400 de agostadero en donde pasta ganado Herdford.  
La Casa Grande es un agradable lugar, que si bien arquitectónicamente no tiene grandes alcances, si conserva el aire señorial, antiguo y de buen gusto. Se accesa a la exhacienda por lo que originalmente fue la parte trasera de la casa; al entrar al segundo patio, con su hermosa fuente de piedra y profusa vegetación, al costado derecho se encuentra el bar familiar “La Castellana”, cuyo interior llama la atención porque sus paredes están tapizadas de fotografías con recuerdos familiares y en las que aparecen distinguidas personalidades del ámbito político local y nacional, muchos de los cuáles han sido distinguidos visitantes en este lugar, son verdaderos documentos históricos. La afición taurina también se hace presente en los carteles.
 El primer patio tiene la peculiaridad de tener corredores o pasillo techados sostenidos por columnas de madera, en cuyas paredes se refleja el gusto porfiriano de pintarlas con franjas verticales de vivos y vistosos colores: rojo, azul y amarillo. En el centro, otra preciosa y bien trabajada fuente de piedra, ofrece una sensación de frescura. A los costados las habitaciones, sala, comedor, que conservan muebles finos de estilo francés antiguos y de buen gusto; las ventanas tienen vista hacia los irrigados, productivos y siempre verdes campos cercanos.  
Al frente de la casa un amplio y bien cuidado jardín. Desde aquí se observa un curioso baño ruso o de vapor construido en el porfiriato, cuyo tinaco se eleva a 15 metros de altura, tenía la finalidad de hacer caer el agua a presión.