Hacienda de Paredes |


Enclavada en plena Sierra Fría, la hacienda de Paredes se localiza a 19 kilómetros al poniente de San José de Gracia, como quien va hacia la Congoja, internándose en la sierra.
Los orígenes de la hacienda de San José de Paredes se remontan a las postrimerías del Siglo XVII, cuando el capitán Matías López de Carrasquilla, próspero minero zacatecano, decidió llevar sus ganados a las serranías de la región. Las primeras mercedes de tierras se concedieron en 1860, y a éstas se añadirían algunas más durante el siglo XVIII, de tal manera que hacia 1792 la finca alcanzó una superficie cercana a las 30 mil hectáreas.  
La finca limitaba por la parte de la Sierra Fría, con otra gran hacienda, la de San Diego de la Labor, y por la parte del valle con tierras de la hacienda de Pabellón, así como con los linderos del pueblo de San José de Gracia.
Lo tardío de estos títulos se explica por el hecho de que los parajes ocupados por la hacienda estaban alejados de los centros de población de importancia como del camino que ponía en comunicación la Villa de Aguascalientes con la ciudad de Zacatecas. Además de ser una hacienda ganadera, también se dedicó a las faenas agrícolas destacando la producción de trigo y harina. Esta se beneficiaba con el agua traída de una presa cercana y canales de riego.
Durante el siglo XIX todas las fincas rústicas del estado de Aguascalientes sufrieron una reforma agraria silenciosa, es decir, sufrió la gran propiedad un proceso de desmembración. La hacienda de Paredes no fue la excepción, y durante dicho siglo tuvo que enfrentar una serie de problemas que finalmente la llevarían a su partición.
A lo largo de todo el siglo XVIII, se le fueron cargando a la hacienda una serie de adeudos. Años después, sus dueños tuvieron que hacer frente a la inestabilidad política y económica, después de la independencia del país; la producción entró en crisis y las ganancias se redujeron al mínimo.
Otro problema se localizó en la gran cantidad de obligaciones piadosas, La Hacienda fue rematada en 1834, pero la Curía Eclesiástica de Guadalajara se opuso, exigía el pago de ciertos capitales pertenecientes al ramo de capellanías, logrando para1840 que la finca fuera intervenida judicialmente y rematada de nuevo, recayendo el fallo a su favor en calidad de acreedor privilegiado y preferente. Se entabló un largo y costoso pleito que terminó en un arreglo satisfactorio para la Curía y demás acreedores. Aquella conservaría el casco de la hacienda con todas sus instalaciones, la capilla, la presa, ganado, tierras de agostadero. El resto de las tierras fue repartido entre los herederos y los deudores. De esta manera la hacienda de Paredes fue desmembrada, sus tierras se vieron parceladas, convertidas en un regular número de pequeñas y medianas unidades productivas.
Todavía la Hacienda de Paredes tuvo fuerza para arrebatar algunas de las tierras más productivas del pueblo de indios de San José de Gracia, razón por la cuál los josefinos entablaron otro larguísimo pleito legal contra la voracidad de esta hacienda.  

Aún más, hacia 1920 el propietario de la hacienda hostilizaba a los pobladores agrícolas, ya que les cobraba no poco dinero por entrar a sus bosques en busca de leña.