Situada a 20 kilómetros al oriente de la ciudad de Aguascalientes, se puede llegar a este panorámico lugar por una carretera estatal rumbo a la comunidad de Noria Ojocaliente. Después de atravesar varios pequeños poblados y una extensa planicie llana, se vislumbra una iglesia que se levanta majestuosa en una comunidad denominada El Colorado, donde se encuentra la histórica Hacienda del Soyatal.
Esta hacienda tuvo su época de esplendor durante el siglo XIX y principios del presente, siendo la producción de granos básicos su principal actividad económica, y en menor medida la ganadería. Se componía de casi 7,000 hectáreas, en las cuales vivían cerca de 600 habitantes hacia finales del siglo pasado.
Lo más atractivo del lugar es el templo y la Casa Grande, ambas obras del arquitecto práctico Refugio Reyes. El casco fue, en los albores del siglo XX, uno de los más hermosos del Estado, una belleza que aún podemos atestiguar a pesar del avanzado estado de deterioro en que actualmente se encuentra.
La Casa Grande de esta hacienda porfirina luce una fachada sobria, que contrasta con el buen gusto de los decorados y los finos detalles arquitectónicos de sus interiores, supervivencias de su pasado esplendor. En particular, llama la atención del visitante la decoración pictórica de los muros de las habitaciones en la parte superior, que muestran con precisión el gusto artístico de la época.
La hacienda se componía de 19 habitaciones, todas con decorados en sus muros —algunas de ellas aún se conservan casi en su totalidad—, además de una enorme cocina, un comedor con amplios ventanales y dos patios. Los pasillos reflejan una influencia europea en sus arcos, y en algunos detalles se aprecian ciertos elementos de la arquitectura árabe, austeros y al mismo tiempo bellos, que evidencian la gran calidad de esta construcción rural porfirina del siglo XIX.
El último dueño que residió, por lo menos temporalmente, en la hacienda fue Don Carlos Arellano Valle, quien, a causa de desavenencias con los habitantes del lugar y a raíz de la afectación agraria, dejó prácticamente abandonado el sitio hacia 1939. Desde entonces, la finca se ha ido deteriorando inexorablemente.
Hace no muchos años, sus instalaciones fueron aprovechadas como escuela rural elemental para los jóvenes del ejido y comunidades cercanas, lo que, aunque bien intencionado, aceleró su destrucción. La finca ha sido además presa de busca-tesoros ignorantes e inconscientes, que han lastimado y destruido considerables partes de sus paredes y pisos.
El Templo de la Santa Cruz de Soyatal fue construido por orden del hacendado Luis Valadéz a finales del siglo pasado, en 1897. Los restos de su fundador descansan desde 1909 en una parte del recinto sagrado. En el altar principal se encuentra una hermosa imagen del Sagrado Corazón de Jesús, motivo por el cual las fiestas del lugar se celebran tradicionalmente en el mes de junio.
La arquitectura del templo es una verdadera obra de arte, de gran delicadeza y belleza, que a pesar de su deterioro conserva su esplendor original. El púlpito, artísticamente labrado en madera, es otro elemento característico de los templos de fines del siglo XIX.
El escalón que separa la nave del presbiterio, así como los brazos laterales, está protegido por un barandal de hierro fundido. El baldaquino o ciprés se cubre con un cupulín bulboso de tipo bizantino, y las bóvedas son de crucería, siendo esférica la del ábside curvo donde se ubica el presbiterio.
Dos pilastrones del orden dórico, con entablamento cuya cornisa circunda el templo, forman el arco triunfal. El decorado interior de las cúpulas es por demás hermoso, y el tiempo no ha hecho grandes estragos en él. Los altos ventanales dejan pasar la luz del sol, iluminando el interior como si fuera parte del propio púlpito.
Actualmente, los feligreses guardan con gran celo los objetos del interior del templo, ya que en el pasado fueron extraídas de él algunas piezas sacras de incalculable valor. El material con el que está construido el templo es piedra de matacán, característica de la región.
Este templo porfiriano, sólidamente construido y magistralmente ejecutado, guarda en sus interiores y exteriores una concepción notable y original del espacio, además de reflejar la libertad creativa de su arquitecto, quien supo hacer gala de su imaginación constructiva.
En el exterior, las bóvedas esféricas son iluminadas por linternillas compuestas por vanos alargados separados por apoyos sui géneris, creando un efecto de profundidad y armonía.
La fachada vertical, de peculiar y sobrio estilo, se distingue por un gran y profundo arco que domina el conjunto. Comentan los lugareños del ejido que, hace algunos años, cayeron un par de rayos sobre el campanario de la iglesia, derribando una parte del remate y una cruz de hierro, razón por la cual aún existe cierto temor entre los habitantes para asistir al culto.
Se puede subir a la azotea por una escalera de caracol situada en la parte izquierda del templo, desde donde se puede admirar una esplendorosa vista panorámica de los alrededores, un paisaje que conserva la misma serenidad que vio nacer y florecer a la Hacienda de Soyatal.